DOCUMENTOS GENERALES

LUGAR DE LA PRESENCIA vs LUGAR DE LA CUSTODIA
El título de este blog, ha sido contestado y con mucha razón, por un experto liturgista. La razón es que el lugar de la presencia es inexacto, en cuanto que el Kiryos está en el cielo, en la anáfora, en el celebrante principal, en las sagradas especies…. Basta recordar el n. 7 de la Sacrosanctum Concilium: “Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos”
El título más exacto sería: el lugar de la custodia. Desde luego este título en la teología oriental no lo admitirían, para ellos es una presencia real, pero no es la primera ni mucho menos. La expresión de Pablo VI de presencia por antonomasia no lo aceptan en Oriente. La presencia por antonomasia es la presencia de Cristo a la diestra de Dios Padre.
No hay duda de que el Tabernáculo es lugar de una presencia, pero lo específico del Tabernáculo es ser lugar de custodia, de reserva. El tabernáculo nace para un fin, mientras que la presencia de Cristo no es para ningún fin, su presencia es la de mediador e intercesor.

Los orientales no niegan lo romano, pero tienen otra visión, que es más mistérica y siempre dando más importancia a la presencia en el cielo, in Patria: lo importante son las realidades invisibles. Esto contrasta con una cierta teología católica donde fuera del sagrario ya no hay ninguna presencia más.

“La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración" (Juan Pablo II, lit. Dominicae cenae, 3).

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